miércoles, 3 de febrero de 2010

Como las fotografías nos trasladan en el espacio y en el tiempo


Luis Priamo, en la página http://www.fotomundo.com/, hace un estudio sobre fotos antiguas, eligiendo una foto muy cara a mis afectos, por que habla de mi tierra y su historia.

En el artículo trabaja “sobre la imagen que el fotógrafo Ernesto H. Schlie, de Esperanza, Santa Fe, llamó Casa israelita. Monigotes, tomada en los últimos meses de 1889 y que se encuentra en el Museo de la Colonización de aquella ciudad.

El breve relato sobre la investigación histórica de esta foto quiere mostrar la necesidad de los datos e informaciones recogidas para su lectura y aprehensión sensible posteriores, como asimismo la responsabilidad del editor a la hora de difundirla, trasmitiendo aquella información en la leyenda que acompañe a la foto.

Ernesto H. Schlie es un fotógrafo prácticamente desconocido entre nosotros, incluso para quienes se interesan en la historia de la fotografía argentina. Era hijo de inmigrantes alemanes, nacido en Esperanza hacia 1866 y fotógrafo desde muy joven, ya que en 1888 se presentó a concursar con sus fotos en la primera exposición industrial de Rosario, donde ganó el segundo premio detrás de Augusto Lutsch, de Santa Fe.

La fotografía tomada en Monigotes está en un álbum que Schlie tituló Vistas de la Provincia de Santa Fe. 1889. El mismo contiene un total de cuarenta y ocho imágenes tomadas en once pueblos y ciudades del centro y norte de la provincia: Esperanza, Santa Fe, San Gerónimo, Gálvez, Humboldt, Monigotes, Carcaraña, Rosario y Florencia. Algunas de estas fotos, evidentemente, integraron el lote que concursó en la exposición de Rosario.

Cuando conocí las fotos de este álbum yo ignoraba los pormenores de la inmigración judía en la provincia de Santa Fe. Sabía, por supuesto, que los judíos habían fundado la colonia de Moises Ville, pero no tenía información sobre la fecha y condiciones de llegada del primer contingente, de modo que la fotografía me dijo muy poco -aunque siempre me pareció una excelente composición en sí misma-. Por otra parte, en el Museo de la Colonización hay otras fotos de Schlie tomadas en estudio y ambiente, pero hasta que no profundicé sobre la historia de la fotografía en Esperanza y la provincia tampoco tuve conciencia de la importancia de su trabajo documental.

En 1988 inicié una investigación en veinte pueblos y ciudades santafesinas que me demandó algo más de diez meses. Lo primero significativo que encontré respecto de Schlie fueron dos álbumes depositados en el Museo Etnográfico de la Provincia, en la ciudad de Santa Fe. Son álbumes compuestos por encargo de la persona cuyo nombre figura en la tapa de los mismos: Juan Fco. Seguí. Uno de ellos se titula: Album de vistas. Santa Fe y Esperanza, y el otro: Album de vistas. Colonias. Tienen cincuenta y cinco fotografías cada uno, tomadas en veinticuatro localidades de la provincia, la mayor parte de las cuales están dedicadas a documentar -obsesivamente, diría- el progreso que la colonización había desarrollado en la Pampa Gringa y el Gran Chaco, como se llamaba por entonces el norte santafesino: molinos harineros, curtiembres, fábricas y talleres metalúrgicos, fábricas de fideos, estaciones y puentes ferroviarios, destilatorios, ingenios, casas de colonos, iglesias. Estos álbumes me indicaron que estaba en presencia de un proyecto mayor, algo mucho más ambicioso que el interés de concursar en una exposición nacional con fotografías de algunas de las más antiguas colonias del centro y sur de la provincia.

Pocos meses después, continuando la gira de investigación, llegué a Moises Ville que fue, como se sabe, la primera colonia agrícola fundada en la Argentina por inmigrantes judíos. Allí me obsequiaron un libro muy interesante: Historia de Moises Ville, de Noe Cociovich (Editorial Milá, Buenos Aires, 1987). Por él supe que el contingente de 110 familias de colonos fundadores llegó a Buenos Aires en el ahora legendario vapor Wesser el 14 de agosto de 1889, y que pocas semanas después, en septiembre, viajaron a la provincia de Santa Fe. Antes de asentarse en los campos de la futura Moises Ville, que compraron al terrateniente Pedro Palacios, estuvieron precariamente instalados durante algunos meses en dos estaciones ferroviarias cercanas, una de las cuales era Monigotes. Schlie fechó su álbum en 1889, por lo cual debemos conjeturar que visitó el lugar casi inmediatamente después de la llegada de los colonos -probablemente ni bien se enteró de ello- con la finalidad de documentar un hecho excepcional desde el punto de vista de su tema: el arribo de un grupo de pioneros muy numeroso que llegaba a la región con el propósito definido de fundar una colonia, algo que en Santa Fe había ocurrido solamente en Esperanza (1856), San Carlos (1857) y en menor medida en San Gerónimo (1858).

Salomón Alexenicer, uno de los inmigrantes del Wesser citado por Cociovich, hace un amargo relato de las primeras y trágicas semanas de los judíos en tierras santafesinas: “Se encontraron en una zona desierta y despoblada y mientras tanto los hospedaron en las estaciones de ferrocarril de Palacios y Monigotes, que habían sido recientemente construidas y no estaban aún habilitadas para los pasajeros. El grupo contaba con dos matarifes. No tenían, por el momento, ningún alimento, ni siquiera pan. Sólo había carne. Palacios no envió el alimento prometido. Los que tenían un poco de dinero podían comprar comestibles en Sunchales y los que no poseían recursos simplemente pasaban hambre. Sus hijos solían arrebatar galletas que los viajeros de paso les arrojaban. El tiempo era frío y los niños comenzaron a enfermarse; no contaban con atención médica y no es de extrañarse que a las pocas semanas los inmigrantes tuvieran la tremenda desgracia de llorar a 64 niños fallecidos. De esa manera se colocó el fundamento de una comunidad judía: con un cementerio “ (págs. 266-267).

El rancho fotografiado por Schlie no está recién hecho; más bien parece una tapera o un galpón donde se improvisó la vivienda de los colonos -lo que le da una dignidad forzada y anacrónica al nombre de casa utilizado en el título-. Por otra parte, el grupo de inmigrantes que posa allí -donde falta, curiosamente, el jefe de familia- viste ropas de origen, como si acabaran de bajar de los carros que los trajeron desde la estación ferroviaria un momento antes de la foto; e incluso más: como si hubieran salido de algún conventillo de Odesa para cruzar la calle y pasar, mágicamente, al desierto santafesino. En resumen, la imagen registra el momento preciso del encuentro de los inmigrantes con su nueva tierra -en este caso enriquecido por el doble contenido de esperanza y tragedia-; y en tal sentido, hasta donde sabemos, se trata de un documento único en la historia de la fotografía argentina.

Yo conocía esta foto desde principios de los setenta, sin embargo, no fue hasta poseer la información descripta que pude ver en ella el denso contenido simbólico que ahora me resulta evidente y que percibo objetivado en la imagen misma.

¿Acaso este grupo de judíos recién llegados, extraños y extrañados en medio de llanura con un viejo rancho de adobe de nuestros paisanos como su nueva casa, inmersos en un profundo drama que reúne tragedia y esperanza simultáneamente, no condensa en gran medida la imagen de los inmigrantes extranjeros, colonos o no, que llegaron a este país?

De la yuxtaposición de esos dos mundos tan ajenos entre sí y, simultáneamente, tan familiares a nuestra sensibilidad surge, me parece, ese aire de entrañable irrealidad que siento observando esta foto. Yo no puedo mirar a la niña que está a la izquierda de la imagen sin pensar en mi nona Josefa Bianciotti, que en 1889, en este preciso momento, tenía más o menos su misma edad y vivía hacia el sur de Monigotes, en Colonia Margarita, cerca de Gálvez, donde había llegado con su familia pocos años antes, hablando el piamontés como estos “rusos” hablaban su idisch. Pero creo que no hace falta tener referencias o vivencias tan próximas al mundo de la colonización santafesina para que esta imagen llegue con su lenguaje de símbolos -en mayor o menor medida, por supuesto- a gran parte de nuestra sociedad, atravesada como está por la cultura de la inmigración.

Y en este sentido estoy casi seguro que Casa israelita. Monigotes puede ser un catalizador de sentimientos, imágenes y mitos culturales comunes, es decir una verdadera epifanía compartida. Pero, insisto, sólo a condición de que sepamos de ella lo que ahora sabemos, o al menos los datos de contenido y circunstancia más significativos.

La lucha de los fotógrafos por imponer el crédito de autor a las imágenes publicadas ha logrado que en los últimos años esta condición, en general, se respete. Sin embargo, si Casa israelita. Monigotes fuera editada sólo con el nombre del fotógrafo al pie, es evidente que quedaría absolutamente velada para cualquier lector. Incluso si a la mención de Schlie se le agregase el nombre de la foto, muchos de los lectores también quedaría en ayunas, ya que probablemente ignoran que Monigotes se encuentra en la provincia de Santa Fe y, sobre todo, que fue el lugar donde recalaron los futuros fundadores de Moises Ville cuando llegaron de Europa en 1889.
Para que el lector advierta la relevancia histórica de esta fotografía -y, sobre todo, para que pueda liberar la imagen interior que probablemente tiene sobre el mundo de los inmigrantes que llegaron a nuestro país y proyectarla sobre ella, haciéndola suya a su modo- es necesario agregarle el año, los datos exactos sobre el grupo fotografiado y el momento preciso de la toma respecto de la llegada de los colonos al lugar. “

Agradezco a este estudioso de la fotografía argentina antigua, que con sus apreciaciones me conmovió profundamente, porque habla de los Orígenes de mi pueblo natal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario