jueves, 8 de abril de 2010

Síndrome de desgaste por empatía profesional

Uno de mis diarios preferidos, El Litoral.com de Santa Fe, trata hoy el tema del síndrome de desgaste por empatía y nos detalla un estudio realizado durante los años 2008 y 2009, por profesionales de la universidad católica de la Santa Fe.

Este síndrome es padecido por los profesionales de servicios como docentes, médicos, psicólogos, psicopedagos, abogados, contadores, sacerdotes, etc…

Según los especialistas, la causa esta dada en la empatía, dado que ésta aparece como la “apropiación” de los sentimientos y emociones del otro. Saber “ponerse en el lugar” de ese otro, de “hacer propio el dolor ajeno”, es como un espejo en el que acaso podríamos reconocernos. Se habla de la empatía social como una habilidad para comprender a las personas.

El lugar de trabajo se vuelve caja de resonancia de la pobreza, el desempleo, las rupturas familiares, etc. Las personas con las que desarrollan sus actividades de servicio, proyectan estas angustias que traen desde sus hogares hacia los profesionales, éstos las perciben y las viven como propias. Esa empatía en el ámbito laboral deviene en un desgaste que, perpetuado en el tiempo, se vuelve patológico.

De la investigación realizada por especialistas de la Facultad de Psicología de la universidad católica de la Santa Fe se observaron elementos reveladores:
El profesional que padece del síndrome tiene la sensación de que no ayuda lo suficiente. Manifiesta pérdida del interés en el trabajo (o cierta fobia); y esta contradicción muestra claramente la aparición del síndrome. También se exterioriza el descuido personal (mala alimentación, consumo de alcohol o tabaco) y de la vida social (se abandona a los amigos, se dejan de lado las reuniones sociales y los hobbies gratificantes).

Los más expuestos a padecer el síndrome son lo que trabajan solos. Es decir, aquellos profesionales que terminan su labor, se van a su casa y se quedan con ‘todo adentro’. Lo ideal es trabajar en equipo, compartir los problemas receptados, y hablarlos. Esto es importante de resaltar: el aislamiento es un aliado del síndrome, y hay que evitarlo.

Personalmente vivo la empatía con cada uno de mis mandantes y su familia. Como mi profesión es liberal y no estoy obligada legalmente a asesorar y patrocinar a todo aquel que requiere mis servicios, es precisamente por empatía que acepto los mandatos de asistencia jurídica.
No solos son clientes, son personas a las que comprendo y con las que comparto su problema. Para poder defender sus derechos debo imbuirme de su situación, hacer mío el problema, ya que de ese modo logro la mas eficaz defensa de sus derechos y busco conseguir en derecho la reparación justa.
Como soy una mujer de Fe, y se que no puedo hacerlo sola, no solo invoco el derecho a la otra parte, tratando de lograr un arreglo extrajudicial, ni me dirijo como última opción al juez del tribunal correspondiente; me dirijo en primer lugar a quien es Todopoderoso para que nos asista a todos los contendientes, para que nos ilumine y no de la gracia de encontrar la solución.
Dejo a sus pies el problema jurídico, le entrego en sus manos las personas que tienen el conflicto, para que entre todos encontremos la solución justa y benéfica para todos.
Dios jamás me dejó sola, siempre sentí su presencia, en cada caso que tuve que resolver. Muchas veces me sorprendió con soluciones a todas luces increíbles. Mi Señor toca los corazones de un modo único, hace desaparecer los rencores, y mueve a la conversión en aquellos que obraron mal o injustamente.

Cuando ponemos al Señor en el timón de nuestras vidas y de nuestro Trabajo, no hay desgaste emocional, El nos renueva, nos reconforta y nos fortalece.
Hermanos colegas, espero les sirvan mis palabras, y tengan la dicha de compartir en sus labores experiencias parecidas.

4 comentarios:

  1. Tengo un hijo sacerdote que confiesa por horas y horas cada día....¿qué cosas sabrá? jamás lo sabré yo, y no hay "desaguadero" posible para ellos, de lo oido en confesión NO SE HABLA y me queda esa cierta angustia de que terminen dañados del modo que expones, enganchados con la misieria y los problemas más humanos que hay.
    Interesante estudio.

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  2. Querida Ale, tu hijo es un Elegido del Señor, y tiene la Gracia del Sacerdocio.
    El Espíritu Santo está en él de un modo muy especial.
    El Sacerdote, por más joven e inexperto que sea, sabe dejar todo tipo de infortunios y desgracias morales en más manos del Señor. Asiste y acompaña, guía y ayuda a todos, pero sabe que Todo lo hace el Señor.
    Vivir la fe de esa manera, nos permite estar con el otro, sentir como el otro, pero no nos daña, porque el Señor es nuestro Refugio y nuestra Fuente de Vida.
    Si le ofrendamos en oración los problemas de los hermanos y pedimos por ellos, sabemos que dejamos todo en sus Manos milagrosas.

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  3. Es cierto Edit, que en esas profesiones anida en muchos de sus profesionales el "Síndrome por empatía".En España le llamamos«Estar quemados» y sobreviene al rededor de ejercer los 10 años de profesión; en mi caso concretamente siendo enfermera durante 20 años, nunca me he sentido quemada,ciertamente que los problemas de los pacientes y sus familias te los llevas a casa y lo comentas con tu pareja o padres, pero me salve gracias a que me dieron poder atender psicologicamente a pacientes y profesionales, de esta forma, me hice fuerte para saber ayudar y no ser un estorbo"lo mío me costó", pero se aprende a luchar para sobrevivir, siempre y cuando se tenga un mínimo de conciencia y ser vulnerable a las necesidades espirituales que producen el dolor físico.
    Gracias por tu entrada , he recordado mis viejos tiempos.
    Recibe mi ternura.
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

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  4. Una gran entrada, me pasó desde siempre que la gente me contaba sus problemas y también los hacía míos, esto no alivia la carga del otro y se vuelve difícil de sobrellevar, hasta que descubrí que Dios es el único que sabe el por qué de las cosas y el camino que cada uno debe seguir, claro que a veces me encuentro sin querer cargando con algo, cosas de los viejos hábitos de mi mente.
    Un sacerdote me dijo una vez que yo sufría porque ponía sentimientos en cada cosa, desde entonces y con la ayuda de Dios trato de no hacerlo.
    Besos:)

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